La corrupción es hermana de la infidelidad, hijas ambas del
engaño y la mentira, nació con el mundo conocido, cuando tuvimos la necesidad
de saciar nuestros más oscuros deseos de poseer tanto como nos fuera posible.
Con el paso de los años, el ser humano ha sufrido una
transformación, ya no nos hace falta ser excelentes cazadores, demostrar
nuestra fuerza para así tener oportunidades de transmitir nuestra información
genética. Ahora, necesitamos conseguir poder, ser poderosos nos garantiza triunfar
entre nuestra especie, puede ser sinónimo de una vida más larga, más
placentera, lujosa y excitante, socialmente plena.
En el mundo animal, en el que me incluyo, sabemos que el líder
sólo abandona el poder cuando existe otro más fuerte, no importa si es su hijo
o hermano, es más poderoso el sentimiento de poder que el afectivo, lo que significa
dominar al resto y beneficiarse de su trabajo.
Cuando la manada caza, el líder será el primero que disfrute del banquete y siempre se saciará antes que el resto, por el contrario, el menos valorado probablemente se debilite y muera, eso no es del todo importante porque siempre habrá otros que ocupen su lugar y mantengan los privilegios del líder.
En nuestra sociedad, actualmente, tenemos diferentes
líderes, pueden ser religiosos, políticos o capitalistas, nosotros nos vamos a
colocar donde nos corresponde, junto a la manada.
Somos los ingénuos que cazan para darle de comer a nuestro
líder y sus secuaces, tenemos que cazar dos veces, una para mí otra para mi líder,
dos para mí y dos para mi líder. Bueno, en este caso, como hay tanto líder y
tanto chupatintas, diría que debemos cazar unas cuantas veces más, una para el
líder y varias más para todos sus parásitos.
Él nos dirá siempre qué es lo que debemos hacer para así
mantener y acrecentar su poder, ya que lo más peligroso que puede hacer es cederlo,
si algo tiene el poder es una excelente perspectiva de adquirir más. De esta
forma, cuanto más poder tiene el líder, menos tenemos nosotros y más posibilidades
de aumentar el propio por parte de éste.
Nuestros líderes no varían demasiado de cualquier especie
del mundo animal, por mucho más desarrollado que nos parezca, son bastante
parecidos.
El líder animal intimida con su fuerza y el resto piensa que
no es posible derrocarlo o no merece la pena perder la vida para hacerlo. En
comparación, nuestros líderes dan muestras de fuerza con sus desfiles militares
o despliegues policiales. Expertos en reprimir cualquier atisbo de sublevación
por conseguir la igualdad o los derechos más fundamentales de los cuales, el
líder y su grupo, nunca carecerán.
Cuando en el reino animal, las herramientas más resolutivas
son las cualidades físicas, las de nuestros líderes son la corrupción, la
intimidación, el engaño y la represión. Estas son las fantásticas herramientas
para llevar a cabo un liderazgo brillante y pleno de éxitos, esos son los
dueños de nuestro mundo, infieles así mismos, inmorales y oportunistas,
perdidos en su avaricia por gobernar e imponer sus ideas al resto.
Como en cualquier especie, siempre hay un relevo en el poder
y la historia se repite, el humano sucumbe a su propia moralidad, a la
integridad que un día pudo tener, si es que algún día la tuvo.
Aunque si algo caracteriza a nuestra especie, es la
esperanza y la ilusión por tener algo más de lo que nos dejan tener. Es curioso
porque aunque puedan parecer estupendas amigas nuestras, no son más que la
mentira que nos contamos para no caer en una profunda depresión, de esta
manera, el ser humano puede llegar a vivir en extremas condiciones de pobreza,
en condiciones de tortura o encarcelamiento indefinido, nos pueden arrebatar
todo pero no nos arrebatan nuestra ilusión de que todo volverá a ser nuestro o
la esperanza de que un día tendremos lo que merecemos.
El punto negativo de todo esto, es que el poder no se
entiende con la esperanza y la ilusión, el poder es algo real, el dueño del
sentimiento de poder, no siente la esperanza de conseguirlo, lo hace como sea
necesario y no vive de ilusiones, la ilusión la crea él a todos nosotros para
que pensemos que tenemos cierto poder de decisión sobre nosotros mismos.
Llegará un día en el que el ser humano entienda que no
necesita líderes, no al menos este tipo de líderes, quizás un guía, una persona
que nos enseñe a ser mejores, a evitar esos sentimientos corruptos que nos
llevan a destrozar al resto a cambio de nuestro propio beneficio, un día en el que
alguien nos enseñe y nosotros queramos aprender.
Ese día nuestra riqueza no se medirá en cifras, será un bien
mayor porque será un bien común, disiparemos nuestras preocupaciones y sin
darnos cuenta diremos adiós a la esperanza y la ilusión, no será necesario
disfrazar por más tiempo nuestra realidad.
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